De acuerdo, lo tengo que admitir, no siempre que voy al cine lo hago para ver una película en versión original o una candidata al Óscar a mejor guión. Hay veces que sucumbo al poder de seducción de Hollywood y tiro por la vía fácil…

Hace poco fui a ver Misión Imposible 4, una de estas películas que vas a ver sólo para deleitarte con los efectos especiales y para ver si finalmente han conseguido hacer algo interesante con las gafas de 3D… Estaremos de acuerdo que desde Avatar poca cosa más se ha conseguido con esta tecnología, las promesas de espectacularidad se están incumpliendo y el público cada vez está menos predispuesto a pagar por la versión 3D.

A falta de ver qué es capaz de hacer Peter Jackson con su versión del Hobbit (concebida de inicio a fin con la idea del 3D), el modelo de películas en 3D parece que se está agotando.

El hecho es que en el medio de las peripecias de Tom Cruise, giré mi cabeza para observar el público de la sala y visualicé lo que en poco tiempo se puede convertir en la nueva tendencia: el cine con realidad aumentada.

Ahora sí que estamos hablando de una nueva dimensión, de una nueva manera de idear experiencias para los usuarios, de meter a la gente de lleno dentro de la película. En vez de unas gafas 3D, gafas de realidad aumentada. En vez de ser espectadores, ser participantes de la historia.

Ahuyentar murciélagos en la próxima de Batman, derribar enemigos en las escenas de batalla, ayudar al protagonista a avanzar y cualquier otro tipo de interacción será posible.

Evidentemente que un buen guión siempre será un buen guión, y que el séptimo arte no tiene que cambiar para conseguir emocionarnos o entretenernos, pero cuando hablamos del ‘otro’ cine (el que llena las salas de palomitas, nachos y hot-dogs), este concepto tiene mucho potencial.

¿Tardaremos mucho en verlo? Apuesto a que menos de lo que pensamos…